Paciente a psicóloga: "¿Crees que mi pareja cambiará?"
¿Sabíais que el deseo de que otra persona cambie es un tipo de pensamiento distorsionado? ¿Y que supone uno de los problemas más profundos en las relaciones de pareja?
Cuando a nuestra consulta de psicología en Vigo llegan parejas, una de las problemáticas más habituales es el deseo o esperanza de que el/la cónyuge cambie e incluso el pensamiento inflexible “debe cambiar por mí” o “si me quisiera cambiaría”. Nosotras, como psicólogas especializadas en Terapia de Pareja, solemos iniciar estos procesos insistiendo en dos ideas claras: la primera, que las personas no cambian como tal, lo que sí pueden hacer es aprender y adaptarse, algo que es bastante diferente; y, la segunda, que este proceso de adaptación y mejora solo dará frutos si es el individuo en primera persona el que decide iniciarlo, no por el deseo de nuestra pareja se logrará. Esto es lo primero que debemos entender y aceptar.
Como comentábamos más arriba, el deseo de que nuestra pareja cambie constituye un pensamiento distorsionado que lleva el nombre de FALACIA DEL CAMBIO, que técnicamente consiste en lo siguiente:
La falacia del cambio supone erróneamente que una persona cambiará para adaptarse a nosotros si se le presiona lo suficiente. Sin embargo, la única persona a la que uno puede controlar realmente, o tener muchas esperanzas de cambiar es a sí mismo.
En todas las parejas hay un porcentaje de diferencias, de desigualdades (que, a su vez, nos complementan), por eso el objetivo no debe ser que el otro cambie, sino más bien aceptar esa parte intrínseca a él o ella que no nos gusta tanto y expresarle cómo nos hace sentir cuando la saca a relucir. Solo así podremos hacerle ver lo que nos afecta y podrá tener en cuenta el cambio de ciertas actitudes.
El deseo de cambio lleva a algunas personas a permanecer en un estado de dependencia emocional o sumisión (están a la espera de que el otro cambie para poder ser felices), o de control y obsesión (analizando constantemente su manera de actuar). También hay quien lo gestiona presionando y haciendo ver que todo lo que hace el otro está mal y ahí es cuando podrían aparecer los chantajes emocionales (“así nadie te querrá”).
Como veis, en cada pareja se puede gestionar de una manera, pero ninguna conduce a buen puerto. Ambos miembros pierden. Solo trabajando la asertividad (capacidad de expresar nuestras opiniones, deseos o necesidades sin herir voluntariamente al otro) podremos compartir cómo nos hacen sentir ciertas actitudes y, con ello, crearemos la oportunidad de que nuestra pareja lo tenga en cuenta e inicie una reconsideración y una adaptación, porque nos quiere y no nos quiere hacer daño. Cualquier otra opción no será útil, será solo una expectativa irreal. Y es que "el que espera desespera", ¿verdad?
¿Conocíais el término de la falacia del cambio?
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