Muchas son las terapias en las que se trabaja la dependencia emocional de otra persona, comúnmente de un amigo, familiar o (ex)pareja. Los dos ingredientes necesarios para que esto suceda serán una baja autoestima y el miedo a la soledad. Y todo ello puede desencadenar en una relación tóxica, con síntomas muy similares a la adicción a una droga. Esta sintomatología puede aparecer tanto en la esfera de los Trastornos de la Conducta Alimentaria, como en Terapia para adolescentes o, tal y como cabe esperar, en Terapia de Pareja.
En relación a lo anterior, hoy os traemos las palabras de una psicóloga y autora de libros relacionados con las relaciones de pareja, Eugenia Weinstein. Cuenta con años de trayectoria en este mundo y nos parecen muy acertadas sus palabras. Os animamos a reflexionar y a analizar vuestras relaciones actuales y/o pasadas.
“Es sorprendente que los seres humanos a veces llamemos amor a las emociones y conductas más extrañas y desviadas. Algunas personas confunden el amor con la posesividad más destructiva, y otras se sienten enamoradas de personajes egocéntricos que les reportan sufrimientos y malos tratos. Cientos de veces tratan de arrancarse de ellos, para volver otras tantas a buscarlos hambrientos. Todos tenemos vergüenzas e incoherencias que ocultar en nuestra vida amorosa. El problema surge cuando no son actos esporádicos, sino hábitos permanentes. Si compulsivamente damos todo por el otro, incluso la propia cordura, y creemos que esta penosa autodestrucción es un acto amoroso, ha llegado el momento de preguntarse: ¿es amor o es adicción?
La intensidad de la adicción en el amor suele estar en directa proporción a la profundidad de necesidades afectivas básicas mal resueltas en la infancia (para saber más, léase el artículo: La dependencia emocional y las carencias en la infancia). Al igual que en las adicciones al alcohol o a las drogas, la dependencia llevada al extremo de ceder el control de la propia vida a algo o alguien fuera de uno mismo, está basada en algún tipo de miedo. Miedo a sufrir, al fracaso, a la soledad, a la rabia, a la culpa, a decepcionar o a morirse. Los amantes se apegan uno al otro, cegados por la ilusión de que la relación amorosa de alguna manera arregle sus miedos. Llamamos relaciones adictivas a aquellas que son laberintos sin salida o historias que solo pueden terminar mal. O a aquellos insistentes apegos a personas inalcanzables e incapaces de comprometerse, o que ya están comprometidas. O a relaciones que carecen de lo que uno o ambos miembros de la pareja necesitan: amor, ternura, sexualidad, honestidad, apoyo emocional. Y, en los casos más extremos, a relaciones que son campos de batalla donde la rabia y el abuso predominan.
En las relaciones adictivas, el te necesito, propio de todo vínculo amoroso, se convierte en demanda obsesiva o en pánico permanente frente a una posible pérdida. Si, por agotamiento, se dan pasos para terminar ese dañino lazo, los amantes sufren agudos síntomas de privación. Al igual que en las adicciones a sustancias químicas, se observan síntomas psíquicos (angustia, insomnio, desesperación) y físicos (opresión en el pecho, sudoración, mareos, jaquecas) que solo se alivian cuando se restablece el contacto con el ser amado. Permanecer en relaciones destructivas puede ser dañino para la salud. Sin embargo, no todo es tan negro y sombrío. Terminar una relación amorosa enfermiza es difícil pero no imposible. Algunos lo logran por sí mismos, otros requieren de ayuda. Lo importante es que usted se dé cuenta de que quien le quita su autoestima no va ser el que se la devuelva. Al contrario, en cada intento por restituir la dignidad perdida, quedará más dolido y devaluado. No gaste más tiempo ni energía. Atrévase, pierda el miedo. No solo va a sobrevivir, sino que experimentará un intenso alivio. Se lo aseguro. Porque eso no es amor: es adicción.”
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