En nuestra sociedad es habitual acompañar a nuestros seres queridos en sus procesos de enfermedad, ya sea física o mental, apareciendo de este modo la figura del cuidador informal. Este cuidador, que en la mayoría de las veces será una mujer de la familia, suele carecer de una formación específica sobre el trastorno y dedica la mayor parte de su tiempo al cuidado de la persona. Algunos casos en los que aparece esta figura contemplarían una dependencia física o mental, un Trastorno Mental limitante (como es el Trastorno de la Conducta Alimentaria, donde la figura del cuidador suele ser asumida por la madre), un deterioro cognitivo, demencia, cáncer…
En nuestra consulta de psicología en Vigo vemos cómo con frecuencia entre los/as cuidadores/as suelen aparecer una serie de síntomas que dan lugar al Síndrome del cuidador quemado o agotado. Los síntomas más habituales son de ansiedad y depresión, manifestando irritabilidad, apatía, dificultad de concentración, pérdida de apetito, cefaleas, o abuso de sustancias nocivas, entre otros. Además, los/as cuidadores/as suelen tener sentimientos de culpa y soledad, a la vez que resentimiento por dejar de lado sus actividades de ocio y de autocuidado para dedicarse plenamente al cuidado de su familiar.
El Síndrome del cuidador quemado/agotado acaba interfiriendo en los distintos ámbitos de la vida de la persona que se dedica al cuidado. Por ello, para evitarlo recomendamos tomar las siguientes medidas:
- Incluir a toda la familia, en especial al/a la cuidador/a, en programas de educación donde se les enseñe el desarrollo de la enfermedad, sus repercusiones en el día a día y las medidas que pueden llevar a cabo.
- No ser el único cuidador, es decir, que no recaiga toda la responsabilidad del cuidado en una misma persona.
- Llevar una vida saludable cuidando la alimentación, el ejercicio físico y sin olvidarnos de las aficiones y las relaciones sociales.
- Conservar una actitud positiva ante el cuidado y posible recuperación de la persona admitiendo que ésta no depende solo del cuidador.
- Pedir ayuda siempre que se necesite a los profesionales, familiares o amigos, aceptando que una sola persona no lo puede hacer todo.
- Facilitar la autonomía y responsabilidad de la persona atendida en la medida de lo posible, de modo que ésta se sentirá válida y más útil, mientras que el/la cuidador/a tendrá mayor libertad.
- Expresar los sentimientos que provoca el cuidado al círculo cercano favoreciendo el apoyo que nos puedan dar.
Una vez finalizado el periodo del cuidado, ya sea por la recuperación de la persona o su fallecimiento, en el cuidador suele aparecer una sensación de vacío, ya que se trata de una situación a la que le dedicaba gran parte de su tiempo y energía. De este modo, la persona acaba priorizando el rol de cuidador por encima de los otros en su vida y al no tener que hacerse cargo de nadie se tiene que enfrentar a un tiempo libre que no tenía y ahora no sabe cómo llenar.
En caso de que la persona cuidada fallezca, a lo comentado hay que añadir que, en ocasiones, aparece en el cuidador un sentimiento de culpabilidad por no haber hecho lo suficiente en el pasado. Si con el paso del tiempo este sentimiento y el dolor por la pérdida no disminuyen o, incluso, se intensifican, se puede llegar a desarrollar lo que se denomina “duelo complicado”.
Para evitar llegar a cualquiera de estas situaciones es muy importante que los/as cuidadores/as no desatiendan el resto de ámbitos que conformaban su día a día antes de que comenzara el cuidado, en especial su grupo de apoyo de referencia donde poder compartir sus experiencias. Además, si esto no fuera suficiente, siempre se puede pedir ayuda profesional para guiar este proceso.
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