¿Qué entendemos por duelo?
Duelo implica pérdida, siempre. Y, en función de la importancia que le asignemos a aquello que perdemos, lo viviremos de una u otra manera. Por ello, cada duelo, y la manera de vivirlo, le pertenecen a cada persona, y esto es algo que el entorno y los/las profesionales debemos entender y respetar. Es un proceso que requiere tiempo y el ritmo lo determinará el contexto. Por ello, y dado que las pérdidas pueden aparecer en cualquier ámbito de nuestra vida, desde Adamia Psicología el proceso de duelo lo trabajamos con frecuencia en la Terapia de Pareja (tras rupturas) y en los Trastornos de la Conducta Alimentaria (muy conectados con la pérdida de alguna figura importante).
El duelo se experimenta ante la percepción de cambio, “algo que no he decidido y que no me esperaba ha cambiado”; alguien que estaba, ya no está. La pérdida puede ser física (por ejemplo, tras un fallecimiento), o emocional (por ejemplo, tras una ruptura amorosa, tras la decepción en una amistad o tras el diagnóstico de cáncer de un familiar). No obstante, el duelo físico suele ir de la mano del duelo emocional. Sea como sea, nos exponemos a perder algo.
A mayor cambio, mayor es la posibilidad de que el duelo se complique y aparezcan emociones que entorpezcan el proceso, como la culpa o las obsesiones, por ejemplo.
Aceptar un cambio implica salir de la zona de confort y a todos/as nos cuesta. Lo ideal para digerir el cambio que supone un duelo emocional o físico es navegar entre los mares de la evitación experiencial y de la aproximación. ¿A qué nos referimos con estos términos? Por momentos será necesario distraernos y procurar no pensar en el tema, será un buen mecanismo de defensa temporal, y a esto lo denominamos evitación experiencial; pero lo deberemos combinar con la aproximación a la pérdida, esto es, estar en el presente y entender y aceptar que algo ha cambiado y, en consecuencia, que algo se ha perdido, pero que la vida continúa y deberemos adaptarnos a vivir con esta pérdida. Hablar de ello desde la aceptación nos ayudará.
Nos hace daño pensar que los cambios son negativos, que es preferible lo estático y permanente, pero lo cierto es que el mundo gira constantemente, y que ni siquiera nosotros/as somos los mismos/as que hace cinco años, ni seremos los mismos/as dentro de tres años, ¿no lo creéis? De ahí la importancia de centrar toda nuestra atención en el presente y disfrutar; la técnica del mindfulness nos ayuda a conectar con el presente y a desarrollar el pensamiento de “estar aquí y ahora”.
Y lo cierto es que de todos los cambios podemos extraer aprendizajes y otras maneras de ver la vida que seguro eran necesarias. El deseo inconsciente de que todo permanezca intacto, invariable, suele ir de la mano de nuestra necesidad de control y ello nos llevará fácilmente a la evitación experiencial, ya que no vamos a querer asumir ni aceptar eso que está pasando. Y si la persona se estanca en la evitación podrá desarrollar el denominado duelo complicado, con niveles elevados de ansiedad, obsesiones, hiperactividad, discurso circular, distanciamiento emocional o sensación de bloqueo.
Será un acto de valentía pararse a pensar qué tenía hace unos años y qué tengo ahora tras el duelo o la pérdida, "¿qué ha cambiado?". Y entender que seguro que puedo extraer aspectos positivos o aprendizajes que me hayan hecho más fuerte. Ya solo la liberación emocional la viviremos como el acto de soltar piedras de una mochila que llevábamos colgada desde hace años y que nos pesaba mucho. Y todo ello nos ayudará a caminar hacia la aproximación y hacia tomar de nuevo las riendas de nuestras vidas. Recordemos que la capacidad de supervivencia del ser humano es sorprendentemente elevada y tenemos la capacidad de reponernos a casi cualquier acontecimiento.
¿Conoces el duelo de cerca?
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