¿Son iguales los/las adolescentes de antes y de ahora? ¿Han evolucionado de forma distinta? ¿Hay factores comunes?
Una de nuestras especialidades en Adamia Psicología es la Terapia para Adolescentes, con lo que a diario interactuamos con ellos, aprendemos de ellos y también empatizamos con ellos. Pero lo que sí es cierto es que las generaciones siguen evolucionando y con ello el alcance a la información, los aprendizajes de cada etapa y el desarrollo de la adolescencia en este caso.
Lo que está claro es que la adolescencia es una etapa del desarrollo cargada de conflictos (necesarios), que nos permiten ir forjando nuestra personalidad, nuestra ideología, nuestros deseos, nuestros amigos/as, nuestra identidad sexual… Bien, pues partiendo de que es una etapa conflictiva, no deberíamos sumarle más dificultades, y es por ello que como psicólogas en Vigo ciertos aspectos nos preocupan. Los sintetizamos a continuación:
1) La manera de socializar ha cambiado bastante, el cara a cara y las conversaciones rutinarias se ven transformadas en comunicación a través de una pantalla, mucho más fría e impersonal. Las malas interpretaciones se incrementan (ya que eliminamos el lenguaje corporal y paralingüístico, tono de voz, gestos…), y la falsa valentía de criticar bajo el anonimato aumenta a pasos agigantados. Y, en consecuencia, también el ciberbullying. Todo ello se normaliza (“todos/as lo hacen”), y ahí está el mayor de los problemas. También las redes sociales les enseñan una idea de perfección no alcanzable, que se transforma en frustración y en necesidad de aprobación. Se prefiere compartir lo vivido por redes sociales, que vivirlo. Todo ello hace aumentar también los Trastornos de la Conducta Alimentaria.
2) No disponen de límites bien definidos. Se tiende cada vez más a la sobreprotección, al no marcaje de límites definidos (incrementan los casos de adolescentes que tienen el poder en casa, ellos deciden y manipulan a su antojo). En nuestra consulta de psicología en Vigo, nos encontramos con padres y madres perdidos en la educación de sus hijos, y es que muchas veces si no se han marcado límites en la infancia, pretender hacerlo en la adolescencia, resulta mucho más difícil. Por esta falta de límites, los adolescentes recurren a las redes sociales, al coqueteo con sustancias o a constantes llamadas de atención, tanto en la forma de vestir como en ciertas actitudes (“nunca es suficiente, no hay un límite alcanzable, siempre se puede más y más”).
3) Como consecuencia de lo anterior, necesitan demasiada atención de sus progenitores (y se creen con el privilegio de merecer recibirla constantemente). Llaman su atención de una manera disfuncional, a través de actitudes o constantes variantes en el aspecto físico, no a través de la palabra y la conversación que, como mencionábamos en el punto uno, se está perdiendo. Y al no aprenderlo, también es lógico que no lo utilicen como medio de comunicación.
Lo que está claro es que los/las adolescentes en gran parte son reflejo de lo que les enseñamos los adultos y la cada vez más superficial sociedad. No sería justo culparles cuando reciben en su día a día toda esta información y no disponen de recursos alternativos. Debemos empatizar con ellos y corregir estos comportamientos desde la infancia para prevenir una adultez difícil y carente de herramientas. Pero sabiendo que el primer modelo debemos ser nosotros, los adultos.
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