Cuando la anorexia te señala.
Los autores Toro y Vilardell en el año 1987 adaptan una teoría acerca del origen de la anorexia nerviosa que hoy tomaré como referencia para este artículo. Proponen un modelo multidimensional y dan respuesta a cuestiones como: “¿Qué factores de la infancia están más relacionados con la aparición de la anorexia nerviosa en la adolescencia?; ¿Qué sucede en los meses antes de iniciarse el episodio?; ¿Qué la mantiene en el tiempo?”.
Si navegamos en Internet podemos encontrar entradas sobre los Trastornos de la Conducta Alimentaria titulados: “¿Por qué a mí? o ¿Por qué mi hijo/a tiene anorexia?”. Serán propuestas como la de Toro y Vilardell las que se encarguen de explicar cómo la anorexia no es una casualidad ni sucede de manera fortuita, sino que hay ciertos factores que incrementan la probabilidad de presentar este desorden alimentario en personas y en situaciones determinadas, por ejemplo, tras eventos traumáticos o estresantes. Por eso una idea que nos gusta transmitir en nuestra consulta de psicología en Vigo es que en la anorexia no hay culpables, sino que tiene que ver con la gestión emocional que la persona hace de esos estresores.
Cuando en Adamia Psicología llevamos a cabo una terapia sobre anorexia nerviosa evaluamos como punto de partida estos factores para que el paciente pueda entender qué es lo que le está sucediendo. Os los sintetizo a continuación:
FACTORES PREDISPONENTES, son aquellos que están presentes mucho antes del episodio y que aumentan la vulnerabilidad de padecer esta enfermedad, es decir, factores que contribuyen a que se disparen los primeros síntomas. Cuando explicamos este concepto en las charlas que impartimos en colegios e institutos utilizamos la metáfora de una mochila llena de ladrillos, es decir, estos factores serían como una mochila pesada que arrastramos desde la infancia y que nos hace tener más papeletas para presentar años más tarde anorexia nerviosa. Algunos de ellos son la predisposición genética (por eso en una misma familia se pueden detectar varios casos), ser adolescente, ser mujer, tener un nivel social medio/alto, presentar síntomas de depresión o ansiedad o que un familiar los presente, ser introvertido/a, que la madre haya padecido obesidad, tener familiares con adicciones o que en el entorno más cercano la estética, la belleza y el perfeccionismo se hayan implantado como valores dominantes.
FACTORES PRECIPITANTES, son aquellos estresores que aparecen justo antes del episodio, unos meses antes. Por eso, cuando en nuestra consulta de psicología en Vigo nos llega un caso de anorexia nerviosa y preguntamos: ¿Ha pasado algo recientemente?, el paciente siempre relata algún acontecimiento. Toro y Vilardell destacan cambios corporales típicos de la pubertad (hay quien sostiene que la anorexia es un deseo inconsciente de mantener la condición de niña, por eso los síntomas aparecen ante los primeros cambios físicos y psíquicos hacia la adultez), el divorcio de los padres, una ruptura sentimental o pérdida de amistades, primeros contactos sexuales aversivos, incremento rápido de peso, recibir o emitir críticas sobre el propio cuerpo (ser víctima de bullying), padecer una enfermedad adelgazante o una desfiguración del aspecto (por ejemplo, tras un accidente), iniciar una dieta o incrementar significativamente el tiempo dedicado a la actividad física tornándose algo obsesivo.
FACTORES MANTENEDORES, son aquellos que contribuyen a mantener la enfermedad y entorpecen su curación. Entre ellos, las consecuencias de la inanición (el hinchazón de la barriga derivado de la desnutrición que hace pensar erróneamente al paciente que debe seguir adelgazando), la presión que ejerce la familia para comer, el aislamiento social, los pensamientos distorsionados acerca de la figura y el peso, la actividad física excesiva, y los daños colaterales del tratamiento, por ejemplo, si éste es forzoso, si no se ha establecido una buena relación terapeuta-paciente o si el paciente abandona la terapia.
Como última idea me gustaría resaltar que estos son todos ellos factores que hacen a la persona más vulnerable pero que no implican necesariamente la aparición del trastorno, ¡ni mucho menos! Como decía al principio del artículo, todo tiene que ver con la gestión emocional que se haga de todo ello.
Y, ya para finalizar, aquí os dejo el enlace a un vídeo que elaboramos junto con dos expacientes en alta terapéutica en la actualidad. Dos personas fuertes y seguras de sí mismas que encaran el problema de los Trastornos de la Conducta Alimentaria como un aprendizaje más de la vida. Nadie mejor que ellas para contároslo. SALIR ES POSIBLE.
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