La asertividad se define como la capacidad de expresar nuestras opiniones sin herir los sentimientos del receptor; supone una habilidad de comunicación muy importante relacionada con la confianza y la seguridad en uno mismo. Por ello, suele ser trabajada en todo tipo de terapias, ya sea Terapia de Pareja, Terapia Infanto-Juvenil, Trastornos de la Conducta Alimentaria...
Relacionado con lo anterior, aquí te dejamos nueve razones que pueden llevarte a no expresar tus sentimientos. Desde Adamia Psicología te animamos a analizarlas con nosotras y, si te sientes identificado/a con alguna de ellas, anímate a dar un cambio y a acercarte cada vez más al estilo asertivo. Notarás la diferencia.
1. Fobia a los conflictos. Temes los sentimientos de rabia o entrar en conflicto con otras personas. A lo mejor crees que no deberías enfrentarte o discutir con personas con las que mantienes una buena relación. También crees, seguramente, que las personas más queridas se sentirán dolidas y no podrán soportar que les digas cómo te sientes y qué piensas realmente. Se denomina “el fenómeno del avestruz”, puesto que entierras la cabeza en la arena en lugar de afrontar tu problema.
2. Perfeccionismo emocional. Crees que no deberías tener sentimientos irracionales, rabia, celos, depresión o ansiedad. Crees que debes ser siempre racional y tener tus emociones y tus relaciones bajo control. Temes quedar en evidencia como alguien débil o vulnerable.
3. Miedo a la desaprobación y al rechazo. Te aterra tanto ser rechazo y quedarte solo que prefieres tragarte tus sentimientos y aceptar que abusen de tu confianza, antes de correr el riesgo de que alguien se enfade contigo. Sientes una necesidad excesiva de satisfacer a los demás y de estar a la altura de las expectativas de todo el mundo. Temes que las personas se decepcionen o dejen de quererte si expresas tus propias ideas y tus propios sentimientos.
4. Agresividad pasiva. “Estás de morros” y retienes en tu interior tus sentimientos de dolor y rabia, en lugar de compartirlos abierta y sinceramente. Castigas a los demás con tu silencio e intentas hacerles sentir culpables en lugar de compartir con ellos tus sentimientos.
5. Desesperanza. Sientes que tu modo de relacionarte no puede mejorar independientemente de lo que hagas, y decides, por lo tanto, tirar la toalla. Es posible que pienses que ya lo has intentado todo y que nada funciona. Quizás pienses que tu cónyuge es demasiado tozudo e insensible para poder cambiar. Esto funciona como una profecía autocumplida. En cuanto abandonas, las cosas se atascan y llegas a la conclusión de que, realmente, no hay esperanza alguna.
6. Autoestima baja. Crees que no tienes derecho a expresar tus sentimientos o a pedir algo a otra persona. Crees que siempre debes satisfacer a los demás y estar a la altura de sus expectativas.
7. Presagio. Crees que las personas deberían saber cómo te sientes y qué deseas sin tener que expresarlo directamente. Esto te proporciona la excusa perfecta para retener tus sentimientos en tu interior y sentir rencor, puesto que las personas no parecen preocuparse por tus necesidades: “Es que debería saber lo mal que estoy y haberme llamado”.
8. Martirio. Temes admitir que estás enfadado porque no deseas que alguien se sienta satisfecho al saber que te ha hecho rabiar. Te sientes muy orgulloso de controlar tus emociones y de sufrir en silencio.
9. Necesidad de resolver problemas de manera autónoma. Cuando tienes un problema con alguien, vas dando vueltas y vueltas a tu alrededor intentando resolver el conflicto tú solo en lugar de compartir tus sentimientos de forma abierta y escuchar cómo se siente la otra persona.
¿Qué te han sugerido estas nueve razones? ¿Te han hecho reflexionar?
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