¿Qué entendéis por mal-criar a los/las hijos/as?
Como bien podemos extraer de su propio término, tiene que ver con la instauración de unos patrones de crianza inadecuados. ¿Y cuáles serían estos patrones? Desde Adamia Psicología señalamos, fundamentalmente, la carencia de límites, la ausencia de consecuencias negativas ante comportamientos inadecuados y la permisividad como norma.
¿Por qué recurrimos a estas técnicas cuando nuestra intención es educarles lo mejor posible?
Debemos prestar especial atención a su infancia y entender que los niños/as son como esponjas, absorben todo lo que les enseñamos los de su alrededor y todo lo que ven y lo interiorizan como “lo correcto”, esté bien o esté mal. De manera que si de pequeño/a le enseñamos que si nos pide las gominolas con una pataleta e, incluso, pegándonos, conseguirá que nosotros/as se las compremos porque no aguantamos más, éste va a ser el aprendizaje que el/la niño/a adquiera: “si le grito y pego a papá, entonces consigo que al final me compre las gominolas”, y va a utilizarlo siempre que quiera conseguir algo, como es de esperar. Y es que los/las niños/as tardan muchos años en poder razonar desde la lógica o desde la moralidad, por lo que sus primeros aprendizajes son muy intuitivos y basados en las consecuencias de sus actos.
En nuestra consulta de psicología en Vigo llevamos a cabo Terapia para la gestión emocional y conductual de los/las más jóvenes y vemos casos en los que los padres y madres llegan a nosotras con mucha carga emocional, al límite, y el/la hijo/a se muestra empoderado/a, incluso los padres y madres tienen miedo a sus reacciones. ¿Por qué se llega a estos extremos?
Como os comentábamos antes, la infancia es una época especialmente crucial, en la que el/la niño/a debe obtener consecuencias negativas ante sus comportamientos negativos ya que solo así aprenderá que ha hecho algo incorrecto. Aclaramos aquí que en ningún caso estamos hablando de un castigo físico (o positivo en términos de psicología), sino de otro tipo de castigo que consistiría en la retirada de un estímulo que al niño le guste tras un comportamiento inapropiado, por ejemplo, “como hoy no has hecho los deberes, mañana no bajarás a jugar al parque con tus amigos”. De esta manera el niño empezará a adquirir límites, algo muy importante para su correcto desarrollo cognitivo y emocional. Igual de necesario es reforzarle intrínsecamente cuando haga bien las cosas, esto incrementará su autoestima. Un refuerzo intrínseco puede ser un abrazo, unas palabras de orgullo o dedicar una tarde a hacer con él/ella su plan favorito. Como veis, no nos estamos refiriendo a reforzadores materiales como son los juguetes, ya que si este recurso es excesivo también puede contribuir a la malacrianza. Y el tercer pilar de esta triada es la gestión emocional de nuestros hijos/as, que la podemos trabajar dedicando tiempo a entender cómo se sienten y a hablar de ello, y aceptando tanto ellos/as como nosotros/as que deben experimentar y expresar todo el abanico de emociones para así poder desarrollar herramientas para la edad adulta. En esta variedad de emociones encontramos: la alegría, el entusiasmo, el amor, la ternura, el odio, la envidia, la frustración, el asco, la decepción… Cuanto antes experimenten estas emociones, antes tendrán desarrollados los recursos para hacerles frente con los años, cuando ya tengan autonomía y salgan de la zona de confort y protección de sus padres.
En conclusión, malcriar a nuestros hijos e hijas, bien por miedo a su reacción, bien por miedo a que sufran o bien porque creemos que entregándoles todo serán más felices, es un error. De hecho, hay estudios que revelan que los/las jóvenes que no han adquirido límites en su casa, buscarán límites más elevados fuera de ella, rozando muchas veces la delincuencia o el coqueteo con las drogas. No es algo tan descabellado, ¿verdad?
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