Todas las personas nos identificamos con ciertas fortalezas (o virtudes, cualidades…) y ciertas debilidades (o defectos para algunos). No existe la perfección y equivocarnos es lo que nos convierte en humanos. La auto-estima, se define como el valor que nos otorgamos a nosotros mismos, lo que nos queremos y amamos, algo imprescindible para ser felices. Pues bien, ¿creéis que tener una buena autoestima consistirá en reconocer sólo nuestras fortalezas para así tener una visión positiva de nosotros mismos? La respuesta correcta es NO. Tan importante será reconocer nuestras virtudes como nuestros defectos, para poder desarrollar así una visión lo más realista y objetiva de nosotros mismos. Hablar tanto de nuestras virtudes como de nuestros defectos es lo que nos permitirá alcanzar la madurez emocional que cualquier adulto necesita para ser feliz y vivir en consonancia con los demás. Y a ello se le conoce por el nombre de auto-crítica.
No obstante, existen dos tipos de auto-crítica; la primera de ellas no es útil en ninguna de sus manifestaciones (la auto-crítica destructiva) y la segunda es la que permite crecer y madurar como personas (la auto-crítica constructiva). Si os fijáis, tienen el mismo efecto que las críticas que se reciben de los demás; éstas pueden ser destructivas y generar malestar: “eres un desastre en tu trabajo, todo lo haces mal”, o constructivas y permitir aprender y mejorar: “esta vez no ha salido bien, pero no te preocupes, valora más los informes de años pasados la próxima vez, consulta tus dudas a tus compañeros e irá saliendo mucho mejor poco a poco”. Estos dos tipos de crítica hacia los demás se ven muy claros en Terapia de Pareja, donde si son destructivas llevarán a conflicto, pero si son constructivas (y se tiene la madurez suficiente para asimilarlas y entenderlas) llevarán a una buena comunicación.
La auto-crítica destructiva o negativa (muy presente en personas con baja autoestima, por ejemplo, en la esfera de los Trastornos de la Conducta Alimentaria) es aquella en la que la persona se limita a insultarse, a culpabilizarse, a ridiculizarse y a menospreciarse. Por ejemplo, con expresiones como “soy ridículo/a”, “estoy gordo/a”, “no hago nada bien”, “nadie me va a querer”, “soy feo/a”…Constituyen el lenguaje que se tiene hacia uno mismo y contribuirán a que la autoestima se destruya cada vez más. Este tipo de auto-crítica crea muchas inseguridades y busca la sobre-protección, lo que lleva a estas personas a oponerse todavía más a desarrollar la auto-crítica constructiva, ya que tienen miedo de asumir sus propios errores (aceptar que han hecho las cosas mal), y enfrentarse a esas situaciones, todo ello por miedo e inseguridad.
La auto-crítica constructiva o positiva (presente en personas con alta autoestima o autoestima segura) es aquella que le permite al sujeto hablar de lo que no ha salido bien, de aquello en lo que se ha equivocado, de aquello en lo que ha errado o en lo que se ha dejado llevar por el impulso y las emociones del momento. La auto-crítica constructiva parte del sentido de entender que equivocarse es algo normal, que el error es la oportunidad que tenemos para mejorar y seguir creciendo como personas, y que pedir disculpas es síntoma de madurez emocional. Ser auto-críticos de una manera constructiva significa que hablar de las propias debilidades no da miedo ni vergüenza porque es algo normal, no nos convierte en personas malas ni inferiores, sino todo lo contrario. Las personas que hablan con facilidad de sus errores, piden disculpas o se ríen de aquello que no les ha salido bien, desarrollan una buena aceptación de sus emociones y con ello mucha más madurez emocional y una autoestima segura y estable. Son personas que se tratan a sí mismas con mucho más respeto y cariño y, por ende, también a los demás.
Así que, desde Adamia Psicología os animamos a que desarrolléis más auto-crítica constructiva y dejéis a un lado la inútil y demoledora auto-crítica destructiva. ¿Qué opináis?
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