En Adamia Psicología, como psicólogas en Vigo, abordamos en muchas terapias las emociones pero nunca desde un enfoque dicotómico de emociones positivas y negativas, sino que promulgamos la idea de que todas las emociones son necesarias y nos ayudan a adaptarnos a las diversas situaciones. Hoy os traemos una de las emociones más desagradables (no negativa), la ira. ¿Qué sabemos sobre la ira?
¿Qué es la ira?
La ira o enfado es la respuesta natural ante una situación en la que consideramos que no somos tratados correctamente. Suele aparecer como consecuencia del comportamiento de otras personas hacia nosotros, siendo este comportamiento percibido como erróneo o injusto (bajo nuestro punto de vista). La ira nos indica la necesidad de aumentar la actividad para defendernos o para defender a un ser querido, por eso muchas veces esta emoción se traduce en una actitud defensiva. A nivel fisiológico, se transforma en una respuesta de activación corporal que se extiende a varias partes del cuerpo. Es una de las emociones más asociadas a enfermedades físicas, según las posturas más alternativas que conectan cuerpo y mente.
¿Cuándo la experimentamos?
La ira la experimentamos cuando percibimos una injusticia que nos afecta en primera persona o cuando sentimos que estamos siendo tratados de manera inmerecida. Es la manera de expresar nuestro enfado y pone de manifiesto ciertos miedos o sentimientos inconscientes que tenemos y que conectamos con la situación presente.
¿Qué función adaptativa tiene?
La ira permite mostrarle a los demás nuestro enfado ante esa situación injusta y aumenta las posibilidades de que se tenga en cuenta nuestra opinión al respecto (siempre y cuando nuestro enfado tenga lógica). Es una oportunidad para trabajar el estilo de comunicación asertivo, tan relacionado con el bienestar emocional. A su vez permite mostrarles a los demás cuál es el sentimiento que subyace a nuestro enfado. También ayuda a auto-conocerse mejor y a detectar miedos que todavía no están superados.
¿Cuándo deja de tener función adaptativa?
En tres situaciones:
- Cuando en lugar de ser una emoción (momentánea) se convierte en un estado de ánimo o en una actitud persistente forjando lo que se denomina la personalidad susceptible en la que todo parece mal y siempre se está enfadado/a o a la defensiva. Esta actitud generará problemas interpersonales.
- Cuando la expresamos de manera incorrecta, adoptando un estilo de comunicación agresivo en el que pisoteamos los derechos de la otra persona y tendemos a perder la razón en nuestros argumentos.
- Cuando la reprimimos y la acumulamos durante tiempo adoptando un estilo de comunicación pasivo-agresivo, en el que la persona se mantiene a la defensiva pero no expresa verbalmente lo que le pareció mal. La acumulación de ira mantiene al sujeto en un estado de percepción de amenaza que le llevará a malinterpretar otras muchas situaciones o a que le generen un estrés extra. Es decir, la acumulación de ira genera más ira.
¿Qué pensamientos nos genera la ira?
“¡Es injusto!”, “¿Cómo pudo hacerme esto?”, “Conmigo se ha equivocado”, “¡Es tonto/a!”, “¡Qué mala persona!”, etc.
¿Cómo podemos manejar la ira?
Lo primero será identificar qué es lo que nos ha parecido mal o injusto, qué nos molesta e intentar entender con qué lo relacionamos y por qué nos ha afectado de esa manera. Una vez identificado el desencadenante o problema, si lo consideramos racional y nos afecta en primera persona, deberemos comunicarle a la otra u otras personas qué es lo que nos ha parecido mal y expresarle nuestro enfado de manera asertiva y directa, ya que la expresión del enfado en el momento oportuno es lo que permite no acumularlo. De esta forma le estaremos dando información de que con nosotros se ha equivocado (algo muy necesario para hacernos respetar y valer). Y una vez expresado, el siguiente paso será buscar soluciones u otras maneras de enfrentar esa situación.
Y en aquellos enfados relacionados con situaciones ajenas a nosotros, deberemos entender que lo sucedido no está bajo nuestro control y que depende de otras personas. Tomar distancia y aceptar situaciones que no dependen de nosotros también es muy importante para ser felices y no sentir constantemente síntomas de ira u hostilidad.
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