Actualmente, es MUCHO el contenido violento que se difunde a través del televisor y de las redes sociales. Vivimos en un estado de violencia permanente. Y es que está al alcance de todos grabar con un móvil una pelea, un tiroteo o, incluso, una violación. Hemos llegado a un punto donde los límites son casi inexistentes o muy difusos, en el que “todo vale”. Son muchos los canales de televisión que difunden imágenes totalmente inapropiadas que lejos de sensibilizar, aumentan los casos de violencia (en el aula, en la calle o violencia sexual). Sólo hace falta encender el televisor para ver que los valores se van perdiendo, al tiempo que la violencia va alcanzando límites cada vez más elevados, y más elevados…
Lo que hoy, desde Adamia Psicología, queremos defender es que exponer a personas vulnerables (niños) o a personas con ciertos impulsos no controlados (ya sean sexuales o agresivos) a contenido violento del tipo que sea, aumenta la probabilidad de que estos comportamientos se repitan. Si aumentara la moralidad y disminuyera el morbo, estas imágenes no se difundirían. Sólo si lo que se pretende es crear una sociedad cada vez más violenta y con menos valores. De nada sirve quedarnos en la queja de “la sociedad cada vez va peor, cada vez se cometen más atrocidades…” si nosotros mismos lo estamos impulsando (bien exponiéndolo en los canales de televisión, bien quedándonos pasmados delante de la pantalla mientras aparecen las imágenes, bien si buscamos en Internet el vídeo de la pelea, bien si me lo envían o lo envío por un grupo de Whatsaap...). Todos podemos estar contribuyendo directa o indirectamente a esta situación.
Si volvemos al efecto que esto puede producir en niños y niñas, un artículo del periódico El Mundo, afirma que el 95% de la programación televisiva difunde contenidos violentos, y que es la exposición a ellos lo que incrementa los casos de bullying en los colegios (y esto es algo que podemos corroborar desde la Terapia Infantil que llevamos a cabo). Los niños empiezan a ver como normal y común aquello que no lo es. Lo mismo sucede con las redes sociales o con los videojuegos. Un claro ejemplo de ello, es el atentado que se llevó a cabo en Nova Zelanda hace unos días, donde el vídeo publicado por el asesino simula un videojuego muy conocido.
Cientos de estudios sobre los efectos de la violencia en la televisión en los niños y los adolescentes han encontrado que los niños pueden:
- volverse "inmunes" al horror de la violencia.
- aceptar la violencia como un modo de resolver problemas.
- imitar la violencia que observan en la televisión.
- identificarse con ciertos caracteres, ya sean víctimas o agresores.
Y en lo que se refiere a los adultos, desde el campo de la psicología sabemos que el perfil de un potencial violador o pedófilo es el de una persona que no sabe canalizar sus impulsos sexuales, que quizás también haya aprendido que la manera de relacionarse sexualmente es ésa, o bien que su impulsividad hace que su fuente de excitación esté en obligar y someter a otra persona a mantener relaciones sexuales forzadas y agresivas. Pues bien, si a una persona en esta situación le permitimos el lujo de ver o insinuar imágenes o vídeos de agresiones sexuales, estaremos dando en la diana, estaremos encendiendo ese botón del impulso sexual no controlado. Porque entenderá que otras personas también hacen eso que a él (ella) le gustaría y que es más normal de lo que parece.
Y lo mismo sucedería en los casos de malos tratos. Quien maltrata se deja llevar por sus impulsos y sus inseguridades, y la exposición a contenido así contribuye a que cada vez sean más los casos de violencia de género, de violencia hacia personas mayores…El espectador tiende a normalizar aquello que ve.
Con el suicidio pasaría algo similar.
Esto no implica que la violencia en la televisión o redes sociales sea la única fuente de agresividad o de comportamiento violento, pero es ciertamente un factor contribuyente significativo.
Sea como sea, debemos cortar la exposición a estos contenidos tan nocivos si queremos mantener unos valores e ideales dentro de una sociedad sana y estable psicológicamente.
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