¿Cómo te definirías? ¿Cómo una persona emocional o como una persona más racional? ¿Te gustaría cambiar tu estilo de afrontamiento? ¿Te gustaría mejorar tu gestión emocional?
Para explicar el estilo de afrontamiento que adquirimos a la hora de enfrentarnos a las situaciones vitales, voy a empezar por mostraros unas nociones biológicas que nos ayudarán a aclarar todo esto y a entender su origen.
Empecemos por hablar de razones tan básicas como nuestra propia constitución cerebral. En la distribución del cerebro podemos encontrar una parte racional (vinculada al hemisferio izquierdo, junto con la lógica, el razonamiento, el lenguaje, los números, el análisis…) y una parte emocional (vinculada al hemisferio derecho, junto con la música, la imaginación, el color, la creatividad…).
El comportamiento de los dos medios cerebros es un misterio. Reciben la misma información pero cada uno la maneja de forma diferente. Es posible que cada hemisferio se haga cargo de la parte más adecuada a su manera y filtre lo que “más le interese”, o puede que uno de ellos inhiba al otro. Pero lo cierto es que podemos tomar parte en el asunto y entrenar los dos estilos.
En la vida existen dos formas de tomar decisiones, con nuestra parte emocional o con nuestra parte racional y en un momento u otro ambas pueden ser buenas o malas. Los estudios demuestran que las mujeres tienden a ser más emocionales que racionales y los hombres tienden, sin embargo, a primar la racionalidad frente a la emoción.
Sin embargo, esto no significa que una mujer no pueda actuar de forma lógica o un hombre no pueda expresar abiertamente sus emociones mediante el amor, el llanto, sentimientos, ilusiones, etc. Ambas maneras se forjaron en nuestras mentes a través de tantos años de evolución y dada la manera en que nuestra estructura social está constituida.
El problema reside cuando tanto hombres como mujeres dejamos que intervenga la lógica o la emoción en un momento en el que no debería aparecer. Por eso es de gran importancia el control sobre nosotros/as mismos/as y nuestros actos de forma que seamos capaces de saber en qué momentos debe primar nuestra parte emocional y en qué momentos debe primar nuestra parte racional.
Como todo en la vida, los extremos nunca son buenos, por eso lo ideal es que sepamos utilizar la parte del cerebro que más nos beneficie en cada situación y la que nos permita interpretar lo que está pasando de la manera más realista posible. El problema simplemente aparece si adquirimos un estilo extremista.
Si somos extremadamente emocionales seremos personas muy pasionales y muy entregadas a nuestros objetivos pero, en contrapartida, también estaremos destinados/as a decepcionarnos con más facilidad y sufrir mucho con los obstáculos de la vida. Ser muy emocionales puede provocar que nuestros sentimientos nos nublen, nos volvemos menos pragmáticos/as y dejamos de ver soluciones a nuestros problemas.
El desgaste emocional acaba siendo mayor e, incluso, se puede desarrollar una de las distorsiones cognitivas más conocidas como es el “razonamiento emocional”, que nos lleva erróneamente a generar pensamientos absolutistas en los que nos dejamos llevar por cómo nos sentimos: “me siento desganada, entonces mi novio no es lo suficientemente activo para animarme. Quizás no sea la persona que necesito”.
También nos puede llevar a ser impulsivos y tomar malas decisiones. Una manera de aprender de nuestros errores es dejar las emociones a un lado y entender y aceptar la realidad de la situación. Sólo de esta manera aprenderemos.
Sin embargo, las personas que son extremadamente racionales tienen a su favor una visión realista y objetiva de los sucesos pero, a diferencia de los anteriores, presentan más dificultades para empatizar con los problemas de los demás, para entender sus emociones y para saber en qué momento se necesita apoyo. Se pueden mostrar muy fríos/as. La importancia de las cosas es menor para una persona racional, que se centra en buscar soluciones y no en lamentarse pero, en ocasiones, la expresión de las emociones es necesaria para superar ciertos acontecimientos y de esta manera ésta puede quedar bloqueada.
Puede darse también que ante los éxitos no sientan orgullo ni tampoco ilusión por la consecución de objetivos. Algo similar sucedería, por ejemplo, en los Trastornos del Espectro Autista que se caracterizan por expresar y recibir los mensajes de una manera literal y no emotiva. Estos pacientes son muy proclives a desarrollar problemas sociales ya que no entienden el porqué del sentir de los demás.
Así que la mejor opción es encontrar un equilibrio entre ambas zonas de nuestro cerebro, tener los dos hemisferios entrenados y utilizar el más realista según la circunstancia. Es bueno saber cuándo debemos activar nuestra parte racional como medida preventiva y correctora, y cuándo debemos de ser emocionales porque la situación lo requiere. Hay que buscar el equilibrio que se obtiene como consecuencia de conciliar polaridades y no tratando de eliminar una de ellas. De esta forma podemos descubrir todo el potencial de una persona. Trabajar ambos lados conjuntamente hará que nos sintamos más felices.
En nuestra consulta de psicología en Vigo llevamos a cabo la denominada Terapia Cognitiva que nos permite trabajar aquellas emociones que provienen de nuestros pensamientos más distorsionados y negativos. Así determinamos junto con nuestro/a paciente cuándo es necesaria un poco de racionalidad ante ciertas situaciones y cambiar el foco de interpretación.
Así mismo, en Adamia Psicología también llevamos a cabo el Entrenamiento en Habilidades Sociales dirigido a aquellas personas que no se sienten bien en su grupo de referencia, que han tenido problemas sociales o a los que les cuesta entender las emociones de su cónyuge. Sea como sea, lo importante es plantearlo como un problema con solución y… ¡ponerse manos a la obra!
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