¿Te está pasando que te sientes más obsesionado/a con ciertos temas? ¿Te encuentras a veces volviendo a momentos del pasado y sintiendo culpa o rabia? Y, lo más importante, ¿tienes la sensación de que si no fuera porque estás encerrado/a no pensarías en esos temas?
Culpa, preocupación, son dos de las emociones más inútiles. Y son inútiles porque no nos llevan a nada que nos sirva ni que sea productivo y, menos aún, que genere algún aprendizaje. Simplemente nos bloquean y nos generan malestar; dejamos de vivir el presente para inmovilizarnos en el pasado o preocuparnos por un futuro impredecible. Perdemos nuestro tiempo y nuestra energía, vaya. Y ese malestar hace que sigamos pensando en negativo. Y es así como creamos un perfecto círculo vicioso generador de ansiedad. Todo ello lo estamos apreciando en la terapia online que llevamos a cabo estos días, tanto en el contexto de la Terapia de Pareja (los cónyuges vuelven a culparse), Terapia con Adolescentes (el exceso de convivencia y los roces hacen que los familiares se reprochen cosas del pasado), Terapia Individual (personas que están pasando esta cuarentena solas y caen fácilmente en obsesiones), o Trastornos de la Conducta Alimentaria (donde la culpa es la sombra que les persigue).
Si te está pasando, ¡tranquilo/a, es normal! Síntoma de que no estamos acostumbrados/as a pararnos (a pensar), y por eso es común asociar erróneamente la soledad a algo negativo, lo cual lleva a algunas personas a evitarla conscientemente buscando innumerables planes y compañía constante. Así que este momento también se puede convertir en una oportunidad para que asociemos la soledad a estar tranquilos, en paz, “sin darle al coco” y sin caer en pensamientos obsesivos absurdos.
¿Cómo funcionan estos pensamientos obsesivos, absurdos o de regresión al pasado?
Bien, lo primero que aparece es un estímulo externo que interpretamos como negativo (por ejemplo, recibimos la noticia de que el confinamiento se prolonga quince días más); a continuación, generamos un pensamiento catastrofista (“no voy a poder hacer planes nunca más, mi vida se acaba, no podré retomar mis rutinas, perderé todo lo que he conseguido hasta ahora”); y, finalmente, llega la emoción (rabia, preocupación, ansiedad). Y, a partir de esta emoción o estado de ánimo, interpretaremos el resto de estímulos que nos llegan. “Es como ponerse unas gafas de sol; veremos todo desde el filtro negro”. De manera que son pensamientos distorsionados, porque interpretamos la realidad a través del filtro de las emociones. Lo que está claro es que todos/as tenemos una elevada carga emocional en estos momentos que puede incrementar fácilmente la cantidad de pensamientos negativos. “Si me encuentro mal, mi cabeza se encargará de que me siga sintiendo mal”. Es una forma de auto-castigo, reflejo de una mala gestión emocional.
¿Y qué podemos hacer con estos pensamientos para poder salir del bucle?
Desde Adamia Psicología recomendamos escribirlos para volver a leerlos cuando nuestro estado de ánimo haya mejorado. Ahí veremos que no tienen sentido, que son irracionales, y podremos reinventar un pensamiento alternativo realista para cada uno. También recomendamos practicar la distracción y hacer cosas que nos gusten, para prestarle la mínima atención posible (y, así, desaparecerán).
Recordad, nuestros pensamientos, si vienen de una emoción, no son fiables. Los pensamientos no siempre son una realidad. Mantengamos la calma. Todo volverá a su sitio pero, mientras tanto, aprendamos de todo esto. #YoMeQuedoEnCasa
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